jueves, 9 de enero de 2020

PROPÓSITOS

Aparecen cada 1 de Enero con la intención de conseguirlos pero pocas veces los cumplimos. Cada año hacemos una lista, en ocasiones poco realista, de objetivos para conseguir durante el año que empieza y así, hacer de nuestra vida un mundo mejor, o eso creemos. Realmente, esta lista acaba siendo un papel lleno de metas que no alcanzamos nunca, cosas que nos dan pereza o una prueba escrita de una futura frustración o la incoherencia entre lo que deberíamos hacer y lo que realmente hacemos. ¿Es verdaderamente importante marcar unos propósitos de año nuevo?



Hay algo mucho más práctico que crea menos frustración y hace la vida un poco menos complicada. Esto es: vivir día a día. Evidentemente, siempre seguimos un estilo de vida determinado, según el ritmo de vida que llevemos, según nuestras aficiones o costumbres o directamente siguiendo aquello que nos mueve o nos aporta algo: leer, viajar, practicar algún deporte o simplemente descansar cuando no tenemos que trabajar. Todo esto siempre puede mejorar o dar un pequeño giro que nos beneficie.



Fijar objetivos o propósitos a corto plazo es mejor idea que escribir en un papel unos objetivos anuales. En un año pueden pasar muchas cosas: cambios de trabajo, vivienda, de aficiones, de ciudad o país, ¿quién sabe? Lo ideal es vivir el presente e ir modificando nuestros objetivos, como mucho, a un mes vista. Además de resultar mucho más gratificante, leva un crecimiento personal mucho más importante de lo que pensamos. Y por otro lado, si un mes nos va mal siempre estamos a tiempo de cambiar los propósitos del siguiente mes. Al fin y al cabo, tener un par de objetivos mensuales nos ayudará, sin necesidad de marcarlo, a conseguir una meta anual pero de una forma más tranquila y con mucha más coherencia. En lugar de marcarnos un objetivo anual, por ejemplo, aprender a cocinar, podemos marcarnos un mes cocinar un plato concreto que nos guste y al mes siguiente aprender a preparar una receta de nuestra familia. Y si seguimos así cada mes, al final del año podremos decir que hemos conseguido aprender a cocinar.



Claramente el sentido de este texto no es más que el reflejo de mi experiencia personal. Cada año me empeño en marcar unos propósitos al principio del año que lo único que hacen es hacerme sentir peor al terminarlo y ver que no he conseguido al cien por cien ninguno de ellos. Por eso este año mis propósitos van a ser mucho más alcanzables, pero sobretodo van a ser propósitos a corto plazo: ¿qué me gustaría conseguir este mes? ¿qué quiero hacer? ¿qué puedo mejorar? Dicho esto, los propósitos de Enero son: disfrutar del día a día y aprender a cocinar el arroz al horno de mi madre, así al menos se que el primero lo conseguiré seguro.