Admiro a la gente que es de verdad, que dice lo que piensa, no se contradice y defiende sus ideales. Admiro la sinceridad, humildad y la no superficialidad. Admiro a mi abuelo donde quiera que esté y a su sucesora, mi madre. Admiro la inteligencia y a todo aquel que no se cansa de aprender. Admiro el saber y la sabiduría. Admiro las grandes voces, esas que al escucharlas hacen que se te erice la piel. Admiro las amistades verdaderas y duraderas. Admiro la verdad, la coherencia. Admiro a aquella gente con estilo propio y que no actúa según las modas o tendencias. Admiro el trabajo bien hecho, la eficiencia, productividad y creatividad, pero sobretodo el compañerismo y el trabajo en equipo. Admiro todo aquello que te hace reflexionar. Admiro el amor verdadero. Admiro a las personas que saben sacar una sonrisa, pero también a aquellas con las que llorar de alegría o nostalgia. Admiro las críticas constructivas y el razonamiento. Admiro a los deportistas, su resistencia, constancia y esfuerzo. Admiro a los valientes, a los emprendedores y a todos los que no aceptan un no por respuesta. Admiro a aquellos que nunca se rinden. Admiro las aspiraciones, la ambición y el afán de superación de algunas personas. Admiro el altruismo, la caridad y la ayuda desinteresada. Admiro lo realista, lo sensato. Admirar: (Dellat.admirāri).
1.tr. Causar sorpresa la vista o consideración de algo extraordinario o inesperado.
2.tr. Ver, contemplar o considerar con estima o agrado especiales a alguien o algo que llaman la atención por cualidades juzgadas como extraordinarias. U. t. c. prnl.
3.tr. Tener en singular estimación a alguien o algo, juzgándolos sobresalientes y extraordinarios.
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